LA QUINTA Y SEXTA GENERACIÓN DEL CINE CHINO. EN EL CENTRO Y LA PERIFERIA**.
- Jorge A. Peña Villalba
- 24 jul 2019
- 4 Min. de lectura
El cine, desde su invención, ha sido usado, entre otros, como mecanismo de creación de identidad en diferentes naciones. Igualmente se ha convertido en una herramienta, muchas veces sin pretenderlo, para mostrarse ante el mundo y para que millones de personas conozcan dinámicas, culturas y formas de vida de lugares tanto cercanos como lejanos.
La República Popular China es un país que posee una gran historia la cual se ha plasmado a lo largo de su cinematografía mostrando su modo de vida, sus riquezas, sus desigualdades, y al mismo tiempo ha generado un discurso y una identificación como nación. La gran muralla china, el taoísmo, las dinastías, han marcado a este gigante asiático y son muchos los cineastas que se han encargado de mostrar esos acontecimientos por medio de diversas historias.
China es un territorio tan extenso que la diferencia entre el campo y la ciudad es inmensa; es como si fueran varios países dentro de uno solo, donde la ciudad -el centro- está por encima del campo -la periferia-, donde este último es un mundo y lo rural es otro totalmente distinto y alejado. Son estos algunos de los temas que han tocado en sus películas la quinta y la sexta generación del cine chino, una etiqueta que se le impuso a los realizadores graduados de la Escuela de Cine de Beijing.
La quinta generación, de la que hacen parte cineastas de renombre como Zhang Junzhao, Tian Zhuangzhuang, Chen Kaige y Zhang Yimou, entre otros, se preocupó por mostrar la China rural, la trabajadora, pobre y luchadora, la de la provincia, en películas como Sorgo rojo, Tierra amarilla, Ju Dou, La linerna roja, etc. Estos directores se alejaron de las grandes ciudades y se enfocaron en mostrar la otra cara del país, la desconocida, la del campo, la que estuvo marcada y vivió la revolución cultural.
Gracias a esto varios realizadores tuvieron muchos problemas de censura con el ente estatal quien finalmente es el que decide cuáles películas se estrenan comercialmente en el territorio y cuáles no. Algunos fueron acusados de mostrar lo exótico de oriente con métodos occidentales a tal extremo que fueron sancionados y se les prohibió hacer cine durante algún tiempo. Como resultado, algunos cineastas se alejaron de los centros urbanos para tener un poco más de margen a la hora de contar sus historias.
Es bien sabido que hacer cine en China es como jugar al gato y al ratón, es saberse mover entre lo bueno y lo malo, entre lo legal y lo ilegal, es lograr establecer un equilibrio entre el centro controlador, en este caso Beijing y la Corporación de Cine Chino, y la periferia, de la que hacen parte los directores y sus historias, con el fin de no ser reprimidos.
De esto puede dar fe la sexta generación. Este grupo ha sido testigo del paso de una China más rural a una mucho más urbana, de la desintegración de la cultura socialista, del desapego de las viejas costumbres, de la irrupción de las nuevas tecnologías, situaciones que han marcado la mayoría de sus películas, sumando a esto el nacimiento y la implementación del video digital.
Lou Ye, Zhang Yuan, Xiang Xiaoshuai, Jia Zhangke, entre otros, son directores que se han apoderado del video para hacer películas de bajo presupuesto con el fin de contar historias de temas tabú, de personajes que antes habitaban en la provincia y ahora lo hacen en las grandes urbes, de artistas incomprendidos, historias que narran el paso del tiempo en el campo y su transformación en lugares a los que no se les puede establecer una diferencia entre lo agrario y lo industrial, lugares conocidos como ciudades condado, término que hace referencia a un asiento condal, ciudades que gobiernan, pero que a su vez son gobernadas por una ciudad distrital [1]; lugares que se enmarcan entre lo nuevo y lo viejo, entre las ruinas y los edificios modernos.
Este grupo, que en un comienzo fue más reconocido por fuera de su propio país debido a la participación en distintos festivales, se lanzó a las calles influenciados cada vez más por la cultura y formas de vida occidentales, desafiando los límites de la censura, lo que provocó un cambio en el manejo y las formas de hacer cine. Y es que a pesar que el centro, incluso disfrazado de desintegrado, no ha cesado de intervenir como tal [2], poco a poco se dio pasó a las coproducciones con las naciones europeas y vecinas, se relajó la prohibición y lo que es ilegal, cada vez menos, ya no lo es tanto.
Como consecuencia, directores de ambas generaciones y algunos sobrevivientes de las anteriores han podido dar a conocer sus películas a sus connacionales, se ha logrado consolidar una industria cinematográfica en la que hay diversidad de historias y de temas para todo tipo de público y que crece a pasos agigantados.
Además se ha establecido una identidad cultural como nación de la que el cine hace parte activa al representar lo antiguo, lo moderno, las costumbres y las nuevas formas de vida en este país en el cual aún se libra una batalla diaria para lidiar con la censura en medio de un socialismo con características chinas que cada vez se ve obligado a abrirse y adaptarse al mundo actual.
[1] Xudong, Zhang. Poética del desvanecimiento. Las películas de Jia Zhangke. NLR 63, May-Jun de 2010. Tomado de: http://newleftreview.es/authors/zhang-xudong
[2] Richard Nelly. La desidentidad latinoamericana. En: Las relaciones norte sur en el cine contemporáneo. Representaciones del otro en la construcción de redes internacionales. Amanda Rueda. Revista Cidob, núm. 88, p. 119-141.
** Este artículo fue originalmente publicado en agosto de 2016 por la revista Sablazo, crítica cultural en su sitio web.
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