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THE BLING RING

  • Foto del escritor: Jorge A. Peña Villalba
    Jorge A. Peña Villalba
  • 14 ene 2014
  • 3 Min. de lectura



En un mundo donde el internet se ha vuelto imprescindible al punto que vivir sin esa herramienta sería impensado en estos tiempos, donde las relaciones se han vuelto virtuales y líquidas; hoy en día los seres humanos pueden saber casi todo sobre una sola persona gracias a la red mundial de información. Dónde están, qué hacen, dónde viven, qué comen; basta ¨googlear¨ el nombre y hacer click. Basada en una historia real que se produjo en Los Ángeles hace unos años, la quinta película de Sofía Coppola es un relato lineal de un grupo de adolescentes vacíos y adinerados de escuela secundaría que se dedican a imitar a las celebridades de Hollywood, y queriendo ser como ellos, los convierten en sus modelos a seguir.


Pero lo que empieza como una admiración se transforma en una obsesión. Rebecca (Katie Chang), Marc (Israel Broussard), Nicki (Emma Watson), Chloe (Claire Julien) y Sam (Taissa Farmiga) empiezan a entrar a las casas de sus ídolos para robarles toda clase de objetos con el fin de verse, sentir y vivir como ellos, traspasando las reglas y dejando de lado la barrera de lo público y lo privado. ¿Cómo lo hacen? Gracias a las búsquedas que realizan por internet, se enteran cuando sus ídolos están en casa y cuando no, y así acaban convirtiéndose en una pandilla de ladrones que se dedica entrar en viviendas ajenas.


La directora americana se siente cómoda al hablar de adolescentes perdidos, sin rumbo, desolados, solitarios, con carencias emocionales, aprovechando además los problemas que la adolescencia lleva consigo. Es más, su cine se caracteriza por la cierta sensibilidad que p

osee para retratar historias de jóvenes prisioneros de su universo desde otro punto de vista y hasta en algunos casos polémicos. Sin embargo, en esta ocasión le da miedo comprometerse, no ahonda en los personajes, no se sabe si piensan o no, si sienten o no; sólo se queda en la capa de arriba, en lo superficial y tal vez eso sea lo entretenido de esta película, porque más allá de que se mueve entre la trivialidad y la relevancia sin profundizar en ninguno de los dos aspectos, se termina pasando un buen rato durante su duración. Al final lo que deja entrever es una especie de sentir sobre las redes sociales, las celebridades, la cultura MTV y a los personajes de realities que los mismos norteamericanos, y hoy en día en cualquier país, los propios consumidores de esta cultura y de estos productos, los han convertido en estrellas o personajes famosos.


Apoyada en una gran banda sonora (un sello característico de Coppola), en un elegante planteamiento estético y de puesta en escena con un manejo que combina la cámara en mano con los planos estáticos que ayudan al desarrollo y al ritmo, que en algunos momentos tiende a caerse al volverse un tanto repetitivo, la película intenta plasmar la juventud actual, la que vive conectada 24/7, transformando en fetiche a cualquier persona que da de qué hablar por medio de un relato que ni juzga ni se compromete.


Se plantea lo que podría llegar a ser una tentativa de crítica a la obsesión de los americanos, como bien lo dice unos de los protagonistas, de los casos a lo Bonnie and Clyde al igual que deja suelto el uso, bueno o malo, que se le dan a las redes sociales y las consecuencias que esto puede traer. En este caso, es el reflejo de unos ladrones irónicos, quienes autodestruyéndose ellos mismos, terminan convirtiéndose en lo que han perseguido e idealizado por mucho tiempo: ser un artículo de una revista y obtener cierto estatus de celebridad.





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