UNA ÚLTIMA VEZ
- Jorge A. Peña Villalba
- 21 jul 2020
- 2 Min. de lectura

Ellos sabían que era ahora o nunca, que tal vez podría ser la última oportunidad que tendrían de sentir ese cosquilleo, ese vacío, esas mariposas en el estómago cuando se ve a alguien por primera vez. Se quitaron esas incómodas máscaras, se contemplaron, se sonrieron, tomaron aire y se dieron un largo beso, ese que soñaron desde que se conocieron en la aplicación de citas en medio del encierro y por culpa del virus.
A ella le llamó la atención de él, el gusto por la cocina y la descripción en su perfil. A él le llamó la atención de ella, el gusto por los animales y la foto antes de saltar de un puente haciendo bungee jumping. Ambos pensaron que nunca se iban a conocer personalmente. Duraron chateándose los primeros meses. Intentaron las video llamadas, pero algo siempre pasaba y el uno no lograba ver al otro. Luego decidieron mantener el suspenso físico, aunque seguramente por la cantidad de audios que compartieron, si alguno de los dos quedaba ciego, se iban a reconocer por la voz.
El tiempo seguía avanzando a toda velocidad. Varios amigos y familiares se fueron quedando en el camino. Ellos se apoyaron a la distancia con frases, fotos y memes. Pero en vista de que la cura aún no florecía, de que se veía muy lejana, de que las cosas no parecían mejorar, y ante la angustia de no poder verse frente a frente y de que sus sentimientos se hacían cada vez más fuertes, tomaron una decisión. Ella llevaba un vestido veraniego. Él, en cambio, llevaba una camisa veneciana y zapatos de cuero. Los dos estaban muy elegantes. El parque, al que algunos árboles verdes aún le quedaban y cubierto por una nube gris, fue el escogido.
Sus respiraciones eran muy fuertes y agitadas, sus corazones latían a mil. Sabían que una vez el beso perfecto terminara, todo acabaría muy rápido porque una vez que se salía a la calle, no había marcha atrás. Poco a poco empezaron a sentirse sofocados. Sus mejillas comenzaron a tornarse rojas. El aire se fue acabando. Lentamente fueron separando los labios. Algunas lágrimas fueron brotando de los ojos de ella. Él las fue limpiando mientras le acariciaba el rostro. Sonrieron nuevamente hasta el último minuto de sus vidas, hasta cuando ese dolor los consumió por dentro y terminó por apagarles los cinco sentidos. Murieron sabiendo que ese amor no quedó en lo virtual, que tuvieron una última oportunidad y que en algún lugar se van a volver a encontrar.
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