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PROFES, MUCHAS GRACIAS

  • Foto del escritor: Jorge A. Peña Villalba
    Jorge A. Peña Villalba
  • 11 may 2020
  • 3 Min. de lectura

Los profesores y la educación virtual en tiempos de confinamiento.


Dicen que es uno de los oficios más maravillosos del mundo, y sin duda uno de los más enriquecedores. Algunos llegan por casualidad y otros por convicción. Algunos tienen Doctorado y no son tan buenos; en cambio, otros con su solo título de licenciatura o de profesional, pero con bastante experiencia en el sector real, logran destacarse dejando huella en sus alumnos. Sí, estamos hablando de los profesores, los encargados de transmitir su conocimiento en las distintas áreas del saber a sus estudiantes independientemente de la edad de unos y de otros.


Los docentes son formadores, psicólogos, padres, madres, hijos, sobrinos, mentores, y en algunos casos se convierten en amigos de sus estudiantes; pero también son seres humanos, tienen familia, tienen amigos, tienen obligaciones, tienen gastos, se enferman, se estresan, necesitan tiempo libre, necesitan descansar, necesitan vacaciones y necesitan desconectarse. ¿Quién piensa en ellos? Generalmente terminan siendo los malos del paseo, son el fusible, quedando en el medio, entre el estudiante, las directivas y los padres de familia, y usualmente llevan las de perder.


Actualmente, con las clases dictándose de forma virtual, a los profes les ha tocado cambiar, en su mayoría, el chip, y pasar de la presencialidad a la virtualidad. Ese proceso, que para algunos puede ser muy fácil, pero a otros les puede costar mucho, y más teniendo en cuenta que si el centro educativo para el que trabajan no los capacita, les colabora y los respalda, puede llegar a ser un verdadero calvario.


Los docentes, quienes además de preparar las clases y corregir trabajos, y que en muchos casos no se les reconoce nada de eso en términos económicos, ahora también deben que pasar horas y horas en frente de un computador aprendiendo a usar el modle, zoom, collaborate, meet y cuanta plataforma virtual hay, reinventando sus clases y su metodología para cumplirle al estudiante, a los padres de familia y las directivas de su centro educativo porque donde no se cumpla con el programa, su sueldo e incluso su puesto de trabajo puede estar en peligro.


Foto recuperada de la galería de Wix


No importa que la contingencia no haya sido culpa de ellos o que nunca hayan dado una clase virtual o a distancia, no importa que tengan una cita médica o que tengan a su hijo enfermo, no importa que se haya caído el Internet o que el transformador de la luz se haya saltado. No, hay que dar la clase. Incluso no importa si en su sitio de trabajo no conocen o se les ha olvidado la diferencia entre la educación presencial, la educación virtual o la educación a distancia. No, hoy todo es lo mismo.


A los docentes les escriben por correo, whatsapp, por las plataformas virtuales; los llaman al teléfono fijo y al teléfono celular, y ahora hasta los ridiculizan en las redes sociales. Son ellos los que reciben los insultos de unos y los malos tratos de otros, y si algo falla, es culpa de ellos. Si los estudiantes se quejan, los padres de familia se quejan y si las directivas se quejan. ¿Cuándo será que los profes se pueden quejar un poquito? ¿Cuándo les van a dar un respiro?


Hay que reconocer que así como hay algunos centros educativos y docentes que la tienen clara con la educación virtual y que han establecido unos lineamientos que benefician a todos los actores del proceso, también es cierto que hay algunos profes que se han excedido en la cantidad de trabajos que les han asignado a sus estudiantes. Pero el afán de recuperar el tiempo perdido, el miedo por no cumplir con el programa de la asignatura así como el demostrar estar a la altura de los acontecimientos, los llevaron a sobrecargar de tareas a sus alumnos.


Pero también se debe entender que ellos no habían estado antes en esta situación y que por eso están haciendo un esfuerzo grandísimo. Los profesores se están convirtiendo en personas multitarea y multipropósito, sacrificando su tiempo libre y dando lo máximo de cada uno, para que las clases salgan lo mejor posible porque el paso de las clases presenciales a las virtuales es un cambio grande que debe hacerse mediante un proceso –palabra que este país parece no estar en el vocabulario de nadie—que toma un tiempo prudencial.


Es por eso que a los profesores, hoy en día, además de exigirles, hay que agradecerles por todo lo que están haciendo, porque poco a poco se han adaptado, le han perdido el miedo a la tecnología y le están ganando la batalla para poder seguir siendo lo que son así el escenario haya cambiado. Por eso, y por muchas cosas más: profes, muchas gracias.



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