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  • Foto del escritorJorge A. Peña Villalba

LA ODISEA DE LOS GILES



¿A los buenos siempre les irá bien y tarde o temprano recibirán su recompensa? Esta podría ser la posible premisa que la película, dirigida por Sebastián Borensztein, plantea. La odisea de los giles narra la historia de un grupo de amigos y de personas de un pueblo que decide reabrir un negocio agrícola por medio de una cooperativa y para ello, reúnen un dinero entre todos. Pero sus planes se van al traste por culpa de un abogado y de un funcionario de un banco, quienes sabiendo lo que pasaría, y adelantándose a la devaluación del peso argentino, les terminan robando el dinero que con tanto esfuerzo han juntado.


Los vecinos y habitantes del pueblo, liderados por Fermín (Ricardo Darín) y Antonio (Luis Brandoni), representan a unos giles (incrédulos o confiados) que se comportan como, se supone, la sociedad indica. Son representantes de los buenos por sus valores y sus maneras. Sin embargo, todo el mundo tiene un límite y es este el que prueban tanto Alvarado, funcionario del banco (Luciano Cazaux) como Manzi, el abogado (Andrés Parra), quienes al intentar robarlos, terminan llevándose una sorpresa, puesto que estos perdedores, van por lo que es suyo: el dinero que les pertenece y por el que han trabajado toda la vida.


En tiempos tan convulsionados como estos, esta película pone el dedo en la yaga al mostrar como alguien, en este caso un grupo de vecinos, quienes se comportan políticamente bien, se ven afectados por terceros, por el famoso sistema, en este caso un banco, sin, teóricamente, haber hecho nada malo, sino lo que corresponde: llevarles el dinero para que lo guarden y esté a salvo. Además, muestran como cualquier individuo puede ser vulnerado en cualquier momento y lugar por cualquier persona o entidad.


Y como si de una fábula se tratase, los protagonistas toman la sartén por el mango y planean su propia forma de recuperar los que les corresponde, dejando una especie de mensaje: si haces las cosas bien, igual podrás ser vulnerado y no siempre serás recompensado. Los giles invitan a apersonarse de lo que te corresponde porque nadie hará las cosas por ti. En la ficción las cosas pueden salir generalmente bien, pero ¿en la vida real?

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