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  • Foto del escritorJorge A. Peña Villalba

EL MÉDICO ALEMÁN



Fueron varios los colaboradores del nazismo que se refugiaron en Argentina con el final de la segunda guerra mundial para huir así de los juicios a los que fueron sometidos. A algunos los capturaron, otros quedaron libres y sus crímenes en la impunidad. Este fue el caso de Josef Mengele conocido también como el ángel de la muerte debido a los experimentos que realizó con los judíos en los campos de concentración. De este caso particular proviene Wakolda, título original del tercer largometraje de Lucía Puenzo, basado en la novela del mismo nombre de la cual la directora argentina también es autora.


La película relata los días en los cuales este criminal nazi pasó por Bariloche en donde conoce a una familia que se traslada a esa zona sur del país suramericano para reabrir una hostería. Poco a poco establece una relación con ellos, especialmente con la madre, Eva (Natalia Oreiro), quien ha estudiado en el colegio alemán de la región y con Lilith (Florencia Bado), una niña preadolescente con problemas de crecimiento, que se encuentra en pleno despertar sexual y por la que siente una clara fascinación. Mengele ve en Lilith, así como en los gemelos que la madre está por tener, sus nuevos objetos de estudio por lo que decide colaborarles siendo el primer huésped de su negocio y así acercarse su cada ves más ellos.


Puenzo maneja agudamente esta trama en medio de unos espectaculares paisajes, que lejos de convertirse en un drama, camina hacia la línea del thriller y de la intriga. A medida que la historia se desarrolla, la identidad del médico alemán se va develando con brillantez y sutileza. Este asesino, interpretado magistralmente por Alex Brendemuhl, es un sujeto humanizado de cierta forma a través de los ojos de una familia y de una niña quienes lo ven como alguien que los quiere ayudar en un entorno complicado. Mengele cuida cada uno de sus pasos. Es un ser calculador, seguro de sus convicciones. Posee un misticismo y no se inmuta ante nada ni nadie que lo rodea, al contrario, se relaciona de la mejor forma con las personas que están a su alrededor pasando completamente desapercibido el pasado oscuro que lo persigue.


Igualmente se mantiene la preocupación del cuerpo humano adolescente y de sus constantes transformaciones, algo que ya había tocado en sus dos anteriores largometrajes esta directora. En este caso particular se centra en una niña de once años encerrada en un cuerpo de una de ocho, a quien le empieza a interesar el sexo opuesto y ve con cierta atracción a el nuevo inquilino. Esto llama poderosamente la atención de el ángel de la muerte quien a manera de ayuda termina por convertirla en su nuevo experimento. A su vez el único personaje que no congenia del todo con el nuevo amigo de la familia es Enzo (Diego Peretti), el padre, quien tiene como hobby construir muñecas mecánicas con corazones artificiales, creando vida y cuerpos de plástico. En un comienzo se deja ayudar, pero sus convicciones triunfan sobre sus sueños y su familia están por encima de todo.

Puenzo es una gran contadora de historias de personajes, especialmente de los femeninos, los dota de pequeños detalles y sutilezas emocionales; y aquí se la juega con cierto clasicismo en el relato y demostrando gran habilidad para darle el peso de la trama en esta especie de thriller a una inocente niña y a un frío asesino.

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