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  • Foto del escritorJorge A. Peña Villalba

BOYHOOD



La última película de Rihchard Linklater dejará a muchos con la boca abierta, a otros, preguntándose si eso que vieron, y por lo que pagaron, eran montón de imágenes una tras otra en las que pareciera no haber ningún tipo de hilo conductor; como dirían algunos: una película en la que no pasa nada.


La historia cuenta la vida de Mason, a quien acompañamos durante doce años de su vida, un hijo de una pareja de padres divorciados que ve como su madre cambia de novio cada vez que se mudan de casa y ciudad, al tiempo que ve crecer a su hermana e intenta establecer una relación con su padre a quien ve cada mes.


Boyhood es una película sin pretensiones ni artificios, un ejercicio cinematográfico que se aleja de todo manual; retrata el aquí y el ahora, un instante, el paso del tiempo, las pequeñas cosas de la vida como mirar el cielo y ver pasar las nubes, el compartir con un padre a quien se ve cada treinta días y que no conoce nada de ti, cambios de familia, de escuelas, de hogar, desfile de padrastros, el pelearse con la ex al poco tiempo de haber terminado, el descubrimiento de uno mismo; en definitiva, es el tiempo hecho cine.


Es una historia que está llena de pequeños detalles, con grandes actuaciones que se aleja de lo convencional. Sólo el tiempo y los rankings dirán si era merecedora del premio Oscar a mejor película, o si por el contrario, fue ignorada como otras grandes obras que luego recibieron el reconocimiento de los

cinéfilos.

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